27 septiembre 2006

Flannery y d'Ors

Me encuentro con que sobre Revelation se ha escrito mucho, desde breves comentarios hasta sesudos artículos.

Ayer comentaba que me parecía ver una relación entre este estupendo relato de Flannery O'Connor y un poema de d'Ors ("Oración por nosotros, los de siempre", en Sol de noviembre). Pues bien, tal relación, que yo vanamente atribuía a mi sagacidad y a mi capacidad de interrelacionar, ha resultado ser una conexión clara, tal y como pone de manifiesto Arp en su comentario a mi entrada de ayer, y tal y como reconoce el propio d'Ors, según dice Enrique.

Pensaba resumir el relato, transcribir el poema y justificar mi hallazgo, pero es empresa harto ambiciosa para este modesto blog y para mi capacidad y disponibilidad. Prefiero limitarme a recomendar vivamente la lectura de ambos textos, que no tienen desperdicio.

Por mi parte, me limito a constatar la obviedad: la conexión no sólo es clara, sino también perfectamente explicable. No es que Miguel se haya inspirado en Flannery, ni que Calíope (o Érato o Talía, o la que fuese) sugiriese las mismas ideas en Milledgeville que en Granada. Es, lisa y llanamente, que una y otro son cristianos católicos (y no de esos que van por ahí mendigando opiniones). Es por tanto perfectamente explicable, si no fatal, que su creatividad literaria haya plasmado del modo en que cada uno sabe (ella con un relato, él con un poema) la constatación que todos realizamos cuando nos miramos en el espejo del examen de conciencia: ¡cuántas veces somos el hijo mayor de la parábola o el rico Epulón!.

Perdónanos, Señor.

26 septiembre 2006

Más sobre Flannery


He terminado los Spiritual writings de Flannery O'Connor. Como decía en una entrada anterior, se trata de una recopilación sus textos para una colección titulada Modern spiritual masters series. Está compuesta por fragmentos de muchas de sus cartas recogidas en The habit of being (principalmente las dirigidas a A.), y de sus dos novelas, Wise blood y The violent bear it away. La recopilación se lleva acertadamente a cabo por bloques temáticos (el realismo cristiano, la Iglesia, su vocación a la escritura como apostolado, y las razones de la alegría y del sufrimiento), y su lectura es fácil y amena. Puede ser un buen regalo para quien quiera dar a conocer, más allá de sus relatos, la faceta humana de esta escritora católica rayana, si no plenamente incursa, en la santidad.

Lo curioso es que, en medio de tales capítulos se inserta uno de los últimos relatos de Flannery, Revelation, en su integridad. Pertenece a la recopilación Everything that rises must converge (título tomado de Teilhard de Chardin, a quien Flannery admiraba), bajo la que se agruparon sus últimos cuentos, probablemente los mejores. Los autores justifican el excursus alegando que es el paradigma de la literatura y de la cosmovisión católica de Flannery. La elección me parece muy acertada, y la ubicación del relato me ha hecho prestarle más atención (y disfrutar más de él), que cuando lo leí en español, en la edición de sus Cuentos completos . Y, además, me ha evocado un memorable poema de Miguel d'Ors - aunque hablar de memorable poema en d'Ors es un pleonasmo-, al hermano mayor de la parábola del hijo pródigo y al rico Epulón.

A ver si mañana tengo más tiempo y cuento por qué.

24 septiembre 2006

Conrad

Tarde lluviosa en Madrid. Merodeo por la biblioteca (siempre pendiente de ser ordenada) y me encuentro con Conrad. Como a tantos otros, llegué a él a través de Borges, y lo leí con entusiasmo. Lord Jim, Juventud, De vuelta al mar (en una excelente traducción de un jovencísimo Javier Marías: el pluscuamperfecto inglés de Conrad me supera en no pocas ocasiones), Los duelistas, y El corazón de las tinieblas, me fascinaron. Pero, pasados los años, lo que más perdura en mí de él no es toda esa literatura, sino un "ensayo" sobre el arte camuflado de prólogo a una obra suya que considero menor.

La obra no es otra que El negro del narcissus, una novelita que narra la opresiva presencia de un enorme negro, antipático y enfermo, en una travesía de Bombay a Inglaterra, y su sofocante influjo sobre la tripulación y el viaje. Me gustaron más otras, pero tiene fragmentos que son Conrad en estado puro. Sin embargo, lo que se sale de lo normal es su prólogo, como digo, todo un ensayo acerca de la creación artística. Comienza nada menos que así:

"A work that aspires, however humbly, to the condition of art should carry its justification in every line. And art itself may be defined as a single-minded attempt to render the highest kind of justice to the visible universe, by bringing to light the truth, manifold and one, underlying its every aspect".

Y de ahí va in crescendo. ¿Por qué lo puso ahí? ¿era consciente de la profundidad de su pensamiento y de su capacidad especulativa, más allá de su creatividad literaria? Lo ignoro con perfección, pero os recomiendo que no os perdáis esta joya.