03 octubre 2006

Premio nacional de poesía

¿Te sorprendes, querido Enrique, de que se lo den a Bonald y no a d'Ors? Ya sé que no. Ni el maestro tampoco, acuérdate de su poema:

DONDE EL POETA SE DESPIDE DEFINITIVAMENTE DEL COTARRO

Adiós, adiós revistas, premios, antologías,
fulgores de El País y el Segundo Canal,
adiós generación del 70, divino
tesoro, te he perdido para nunca jamás.


Para ser comunista me falta la langosta
(que no es poco faltar)
y, como don Antonio, tampoco soy un ave
de ésas (menudos pájaros) del nuevo gay trinar,
y no versificando ni a la izquierda
ni debajo de nadie, ustedes me dirán.


Adiós entonces, fama, adiós obras completas,
adiós escalinatas hacia Carlos Barral,
adiós muchachos, nunca compañeros
de mi vida (a Dios gracias –y gracias además
a los sabios consejos sobre las compañías
que me dio mi papá–).

Pero todos felices: la Poesía
y yo tendremos más intimidad,
y vosotros qué gozo: en la carpeta
de Félix Grande un poco menos de original
y un poco más de alfalfa en los amenos prados
del Parnaso local.


5-IX-82 [de Es cielo y es azul]

Anton Bruckner

Comienza la temporada en Ibermúsica, y nos estrenamos con la Bayerisches Staatorchester, dirigida por Kent Nagano. El programa, de lo más apetecible: el Idilio de Sigfrido de Wagner y la Cuarta Sinfonía (Romántica) de Bruckner, en su versión original. Todo correcto pero demasiado plano, sin emoción (pecado grave con un programa como éste). Además, la Cuarta, auténtica puerta de entrada al universo bruckneriano, es mejor oírla en la versión de Haas que en la original.

A pesar de los pesares, volver a encontrarse en vivo con Bruckner, ese "místico gótico extraviado por error en el siglo XIX" (como lo definió Fürtwangler), ese "católico medieval arrojado al turbulento mundo de Wagner" (Paul Henry Lang), es toda una experiencia. No se puede sacar más de una orquesta sinfónica y, al menos para mí, sólo Bach puede comparársele en trascendencia y misticismo.

Algunos extractos del iluminado texto de Arnoldo Liberman que ilustraba el programa (de donde también proceden las citas anteriores):

"Este trovador de Dios (como llamó Liszt a Bruckner) era a la vez un hombre rústico, ingenuo y torpón ... que saciaba largamente sus sentidos con el festín gastronómico de un plato de knodel, que su [rectius, cuya] cachaza era motivo de mofa en todo el conservatorio de Viena, que justificaba el nacimiento de su Novena Sinfonía (una de las más hermosas nacidas de su estro) porque un bocadillo de pan con queso lo había inspirado, que su humildad rayaba en lo insólito, que a veces caía en torpezas inexplicables, este personaje, digo, significaba no sólo el espíritu dionisíaco al servicio de la música, sino al servicio incondicional de la Creación [¿es Bruckner o Chesterton?].
...
[Bruckner] proclamaba que si el público quería oír la música del hombre escuchara a Brahms y que sólo si quería oír a Dios escuchara sus sinfonías. Porque Bruckner no es sólo la montaraz inocencia del estremecimiento, sino que se trata del estremecimiento de una epifanía. Bruckner no sugiere que podemos ver a Dios, sino que es posible oírlo y que para ello no debemos estar dispuestos sino expuestos".

A todo aquél que quiera iniciarse en este genio absoluto de la música le recomiendo que comience por esta Cuarta (en las versiones de Celibidache o de Böhm), o por la Séptima (Barenboim u otra vez Celibidache). Y que vaya poco a poco. No se arrepentirá.

02 octubre 2006

Ángeles custodios

Ángel del Señor, que eres mi custodio,
puesto que la Providencia soberana
me encomendó a ti,
ilumíname, guárdame, rígeme
y gobiérname en este día.
Amén.

Paracaidistas en Guecho


La noticia aparece en Minuto digital y en algunos otros medios. Con ocasión de unas maniobras del Ejército, miembros de la brigada paracadista aterrizaron en la playa de Guecho (Vizcaya). Aunque el Gobierno vasco se ha quejado, la inmensa mayoría de los que allí estaban prorrumpió en aplausos y vítores a España.

También estaban los valientes gudaris proetarras, se supone que para montar una "playa borroka". Sin embargo, como se ve en esta foto que me manda un amigo, no parece que se atrevieran ni a levantar la voz. Más bien, miraron para otro lado.

Tan valientes como siempre.