31 agosto 2007

El invitado del Papa

Es una novelita escrita por Vladimir Volkoff, un francés hijo de emigrantes rusos, que ha sido publicada no hace mucho por la combativa Ciudadela de mi amigo Antonio Arcones. Está basada en un hecho histórico: la entrevista que Juan Pablo I concedió, a los pocos días de ser consagrado Papa, al arzobispo ortodoxo Nikodim, patriarca de Lenigrado. El arzobispo murió "repentinamente" en los brazos del Papa, que le dio la absolución. Tras la entrevista el Papa manifestó "Jamás escuché palabras tan hermosas sobre la Iglesia. No puedo repetirlas porque constituyen un secreto".

A partir de (o mejor, con final en) este hecho histórico, tiene lugar la ficción, en la que no faltan espías del KGB, los obispos progres, la mafia, e incluso una relación oculta con el tercer secreto de Fátima. Desde luego, se non è vera, è ben trovata.

Al igual que la estupenda El padre Elías, editada en español gracias al también combativo y también amigo Álex Rosal, es un estupendo thiller-pío sin grandes pretensiones, pero con la que se pasa un rato estupendo y que da qué pensar. Desde luego, a años luz de cualquier pedorrez místico-cabalística de las que se venden ahora.

27 agosto 2007

Si tú lees, ellos leen

Es el título de una campaña de fomento de la lectura del Ministerio de Cultura. La iniciativa tiene el tufillo sociata de la iniciativa pública, pero el anuncio de la tele, que pusieron hace meses y que –al menos en estas latitudes– están reponiendo estos días, no está del todo mal. Un padre y una hija hacen exactamente los mismos gestos al echar leche en la taza del desayuno, y al llevarse la susodicha taza a la boca; luego el plano se agranda y se ve a ambos leyendo reposadamente un libro y pasando la página con la misma cadencia. La escena inspira paz e incluso la música no está mal. Y la idea es acertada: en las casas donde los adultos leen, los niños leen también. Hay que dar ejemplo a los hijos, en esto y en todo lo demás.

Sin embargo, cuando está uno de buen rollito con el anuncio de marras (cosas del verano), resulta que al terminar, también simétricamente, ¡el padre y la niña doblan la página del libro! ¡Qué dolor! ¿No habrá alguien en el Ministerio ese que no se haya dado cuenta? ¿No podían poner un simple marcador?

Mejor habría sido que que se hubieran chupado el dedo para pasar la página.