29 octubre 2007

Más sobre A.T.

Cómo será de bueno Trapiello que, a pesar del vomitivo artículo del domingo, sigo leyéndolo. Dejar de hacerlo sería aplicar el dicho "para que se jorobe el capitán, no tomo sopa" a la literatura, y no estoy por la labor. Ahora, no deja de ser un misterio cómo alguien tan sensible, inteligente e independiente como él puede ser tan rojo.

Bueno, a lo que iba. Ahora estoy con El jardín de la pólvora. Tiene demasiadas pendencias literarias, pero también partes impagables, como la visita a Lisboa. O como la caña que da en unas jornadas paniaguadas en Yuste sobre "Cultura y democracia" (de ahí mi sorpresa ante su rojerío). En un museo lisboeta había, entre esculturas y otros cuadros,

“... unos guardi como todos los guardi, con ese mecanismo suyo, que parecen una caja de música por dentro, llenos de agujas y muy lentos”.

Luego va con su familia al Palacio da Pena en Sintra y lo detesta. Sin embargo, se entusiasma con sus jardines y cuando el mecánico le pregunta si le ha gustado la visita, le viene a la cabeza –aunque se calla– lo que dijo aquel serrano viejo que acababa de ver la Alhambra por primera vez:

“L'Alhambra como toas laj Alhambras; ahora bien, la arbolea, ¡qué arbolea!.