20 julio 2009

Lecciones de historia (I)


_________I
La segunda mitad del siglo XX
era más pertinaz que una sequía
de los años 40.

Tenían –¿cómo no!– las Cinco Vías
de Tomás, el inmenso aventurero,
tenían los ocasos de Granada, el acorde
de octubre en los hayedos de Zuriza,
tenían a Audrey Hepburn (y a Raquel Welch), tenían
el Cervino, Florencia,

la Sexta Sinfonía de Beethoven,
el cielo azul –que es cielo y es azul–,
el silencioso grito de un minuto cualquiera
de la Madre Teresa de Calcuta…

Tropezaban con Dios en cada cosa:
un niño: Dios; una gaviota: Dios;
una mujer que dice ‘yo también’:
Dios; un buen verso: Dios. Pero eran ciegos,
sordos, inexplicables,
y negaron a Dios como quien niega
el mar o las manzanas.
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